
Encuentro 2025
En el idioma alemán, las constelaciones familiares se dicen familienaufstellungen, palabra que significa “posicionamiento familiar” o “configuración familiar”, por lo que el término correcto sería “configuración” y no “constelación”. Sin embargo, en nuestro país y en todo el ámbito de habla hispana, el método es popularmente conocido como “constelaciones familiares”. Se trata de un método fenomenológico desarrollado por el filósofo y terapeuta alemán Bert Hellinger, donde se representa, mediante personas u otras herramientas, el sistema familiar o la situación actual de un consultante que tiene una pregunta en relación con un síntoma o dificultad. La situación y/o el sistema familiar es entonces representado por personas ajenas e imparciales o bien por el mismo consultante, de forma ciega, posicionándose en plantillas u otros elementos. Si estamos hablando de constelaciones grupales, el consultante elige personas que asistieron al taller como representantes de su familia de origen. Estos representantes comienzan a sentirse similares a las personas representadas, es decir, si, por ejemplo, hemos ubicado tres representantes: uno para el consultante, otro para el padre y otro para la madre, estas tres personas que van a representar a la familia del consultante no actúan ni psicodramatizan el tema por el cual vino el consultante a constelar, sino que esperan un tiempo en sus lugares y luego comienzan a tener sensaciones físicas y/o emocionales en su propio cuerpo. Los representantes también pueden decir cómo se sienten entre ellos: quizás el hijo únicamente puede ver a la madre, pero no al padre; quizás el padre puede tener interés en el hijo, pero no en su mujer. También puede suceder que un representante se quiera mover, alejarse y tomar distancia, o tal vez mirar al piso o no mirar a nadie en absoluto. Toda esta información que comienza a emerger está mostrando una situación del pasado familiar que, por alguna razón, no pudo integrarse y permanece en el presente y se vincula con la problemática que trae alguien para constelar. Los representantes transmiten al constelador cómo se sienten en sí mismos y en relación con los demás participantes de la configuración. El representante únicamente habla cuando el constelador le hace una pregunta. Esta información emocional y física ofrecida por los representantes, sumada a la historia del consultante, la imagen que forma la configuración, y las señales conscientes o no que los cuerpos de todos los presentes dan en el momento en que se realiza un trabajo, dan por resultado una lectura que el constelador hace sobre el asunto, la pregunta, el síntoma o la dificultad del consultante con el fin de poder brindarle nueva información sobre el tema en cuestión. El consultante, al recibir esta nueva información, a menudo experimenta un alivio emocional y una comprensión diferente sobre su asunto. Usualmente hacemos una constelación para salir del círculo estrecho desde el cual vemos la realidad. Nuestra visión se encuentra reducida en su potencial cuando tenemos un conflicto, dificultad o síntoma. Stephan Hausner, un reconocido constelador familiar que trabaja hace muchos años en el campo de la enfermedad, dice que la solución a nuestros problemas está fuera del círculo estrecho dentro del cual vivimos y que para contactar con ella, debemos quitarnos los filtros que se han acumulado en nuestra psiquis como una respuesta al pasado. Esto significa que reaccionamos poniendo filtros en nuestra visión, ante diversas situaciones sucedidas en el pasado, no sólo personal sino de nuestra familia de origen. Muchas veces los eventos que nos ocurren son demasiado, son muy estresantes y sobreexigentes, por eso necesitamos de los filtros en orden de protegernos de esa información. Los filtros se acumulan, también se heredan y llega un momento que ya no nos sirven más. Necesitamos abrir nuestra perspectiva para poder ir más allá, hacia una nueva solución. Por lo tanto, no constelamos para evitar que nos suceda algo a nosotros o a nuestros hijos. Somos parte de un inmenso tejido que se teje más allá de nuestra voluntad. Constelamos cuando tenemos un síntoma o dificultad en nuestra vida cotidiana y necesitamos alumbrar el proceso de cómo llegamos hasta aquí, cómo participé de lo que se tejió. Es claro que esos filtros que tenemos forman parte del “cómo llegué hasta aquí”. Cuando es el momento correcto, correr estos filtros o ir más allá de ellos (como cuando corremos las cortinas de la casa para ver que sucede afuera), se abre otra vez la posibilidad de comprender lo que me llevó a mantener una perspectiva limitada y como ella es parte estructural del problema o síntoma que tengo hoy. Allí quizás nace la semilla para el cambio y la responsabilidad. Ese trabajo, sin embargo, no lo hace la constelación: lo hace cada uno junto a esa conciencia que alumbra. Las Constelaciones Familiares se basan en Los Órdenes del Amor, y ellos son: La Pertenencia- La Jerarquía - Y el Equilibrio entre el Dar y el Recibir. Vínculo: El vínculo es la medida de la pertenencia. Está generado por un intercambio de dar y recibir. Cuanto más grande es el intercambio, más grande es el vínculo. El vínculo no puede acabarse nunca, aunque sí pueden acabarse las relaciones. El vínculo con los padres es el más poderoso, ya que al recibir la vida de ellos, se trata de un alto nivel de intercambio que nunca termina y que permanece hasta el final de la vida. El vínculo es ciego y es lealtad. Es más importante que la vida. Es un lazo indisoluble y por él podemos sacrificarnos, sobre todo cuando la conciencia individual no lo identifica o no lo reconoce. El trabajo con las constelaciones familiares permite muchas veces hacer visibles tales vínculos inconscientes para que la conciencia individual pueda aprender a captarlos e integrarlos. Por ejemplo, descubrir que tengo un inmenso amor hacia un hermano que no nació puede ser algo que para la conciencia individual está oculto y, a través de este trabajo, este amor se puede vivenciar, es decir, integrar el vínculo. Dice Bert Hellinger sobre el vínculo: ¨La conciencia nos vincula con el grupo importante para nuestra supervivencia, cualesquiera que sean las condiciones que este nos imponga. La conciencia no está por encima de este grupo, ni por encima de su creencia o superstición: está a su servicio. Así como un árbol no elige el lugar en el que crece, y así como se desarrolla de manera diferente en un campo abierto o en un bosque, y en un valle protegido de otra manera que en una cima expuesta a la intemperie, así un niño se integra en el grupo de origen sin cuestionarlo, adhiriéndose a él con una fuerza y una consecuencia únicamente comparables a una fijación. El niño vive esta vinculación como amor y como felicidad, independientemente de si en este grupo podrá desarrollarse favorablemente o no.¨ Pertenencia: Significa que todos los miembros de un sistema familiar pertenecen al grupo, más allá de sus destinos. Pertenecen los padres, los hijos, los hermanos, los tíos, los abuelos, algunos bisabuelos, y todo aquel que hizo sitio para que otro ingresara a la familia, por ejemplo, las parejas anteriores de los padres o algunas parejas anteriores de los abuelos. Los niños abortados, de forma voluntaria o espontánea, también pertenecen a la familia. También pertenecen las víctimas o perpetradores que se relacionaron con el sistema familiar, los benefactores y aquellas personas con las que nos sentimos vinculados por haber participado con ellos en situaciones graves, por ejemplo, compañeros de guerra o de alguna catástrofe. Las parejas de los tíos y los primos no pertenecen. La pertenencia está dada por la medida del vínculo y está asociada a la supervivencia. Stephan Hausner eligió como título de su libro Aunque me cueste la vida, donde podemos ver cómo esa frase se asocia a la pertenencia, en el sentido de que el niño que vive en todos nosotros está dispuesto a dar la vida con tal de pertenecer a su familia de origen. Entonces, como Bert Hellinger nos enseñó, pertenencia significa que cuando alguien es excluido del sistema familiar, es decir, que no se le reconoce su sitio por haber hecho algo malo o por tener un destino doloroso o difícil, la conciencia familiar intentará compensar este desequilibrio. Esto puede significar, por ejemplo, que en futuras generaciones esta persona excluida será representada por un descendiente que comenzará a comportarse como el excluido, llevando sus sentimientos o imitando su destino. A esto llamamos “implicancia familiar”. Como podemos ver, el orden de la pertenencia y la llamada implicancia familiar tienen mucho que ver, porque solo podemos estar implicados con aquellos que pertenecen al sistema familiar. Entonces, por ejemplo, no podemos implicarnos con nuestros primos o las parejas de nuestros tíos, es decir, sus circunstancias no afectan mi destino desde un lugar inconsciente, más allá de que tengamos mucho afecto hacia ellos. Bert Hellinger dice sobre la pertenencia: ¨La conciencia de grupo les concede a todos el mismo derecho a la pertenencia, y cuida de que a todos los que formen parte también se les reconozca este derecho a la pertenencia. Es decir, vela por el vínculo en un sentido mucho más amplio que la conciencia personal. Únicamente conoce una excepción, a saber, los asesinos, especialmente los asesinos de miembros del propio grupo. En lo que a ellos se refiere, por regla general, esta conciencia exige que se les expulse. La recompensa negativa: Cuando un miembro del grupo fue excluido o expulsado por los demás, aunque sólo fuera por el hecho de ser olvidado, como muchas veces ocurre en el caso de un hijo muerto en temprana edad, esta conciencia lleva a otro en el grupo a representar a la persona excluida, imitando la suerte de esta sin siquiera darse cuenta de ello. Así, por ejemplo, a través de una identificación inconsciente, un nieto imita a un abuelo excluido, viviendo y sintiendo y haciendo planes y fracasando como él, sin conocer el contexto. Para la conciencia de grupo, esta sería una compensación, pero lo sería a un nivel arcaico, de la misma manera que la conciencia de grupo en sí es una conciencia arcaica. Ella conduce a una recompensa negativa que no ayuda a nadie, ya que la injusticia cometida con un miembro anterior tan sólo es repetida por otro miembro posterior, inocente, sin alcanzar ninguna reparación. A pesar de todo, el excluido sigue siendo excluido. Jerarquía Se trata del orden en el tiempo en el que vinieron las personas. Nuestra abuela vino antes que nuestra madre y nuestra madre vino antes que nosotros, y nuestros hijos después. Entre los hermanos también hay un orden y debe ser respetado. Este orden se quiebra fácilmente cuando, por ejemplo, la hija se coloca en el lugar de la abuela y dice a su madre lo que tiene que hacer. También se quiebra cuando el tercer hijo se coloca en el lugar del primer hijo y toma responsabilidades que no le corresponden. Bert Hellinger dice sobre la Jerarquía: ¨Aún otra ley fundamental se manifiesta a través de los efectos de la conciencia de grupo. En todo grupo reina una jerarquía que se orienta en el antes o el después. Es decir, según este orden, lo anterior tiene prioridad sobre lo posterior. Una persona anterior (por ejemplo, un abuelo) se halla antepuesto con relación a una persona posterior (por ejemplo, un nieto) y una persona posterior se halla pospuesta con relación a una persona anterior. Por tanto, en la compensación según la conciencia de grupo, tampoco hay ninguna justicia para los posteriores, como si tuvieran los mismos derechos que los anteriores. La compensación arcaica únicamente tiene en cuenta a los anteriores, descuidando a los posteriores. Así, esta conciencia de grupo no permite que los posteriores se inmiscuyan en los asuntos de los anteriores, ni para hacer valer los derechos de estos en su lugar, ni para expiar su culpa en su lugar, ni para redimirlos posteriormente de su destino grave. Bajo la influencia de la conciencia de grupo, el posterior reacciona a tal arrogación desarrollando una necesidad de fracaso y de ruina. Así pues, siempre que en una red familiar aparecen comportamientos autodestructivos y cuando una persona, persiguiendo fines aparentemente nobles, a ojos vistas y ciegamente pone en escena su fracaso y su ruina, casi siempre el autor de tales actos es un pospuesto que, a través de su fracaso y casi aliviado, por fin honra a un antepuesto. Así, el poder arrogado termina en la impotencia, el derecho arrogado, en la injusticia, y el destino arrogado, en la tragedia. Prioridad La prioridad se da entre sistemas. Es la prevalencia de un sistema por sobre otro. Esta prevalencia equilibra a un sistema frente a otro que tiene mucho peso. Por ejemplo, la pareja tiene prioridad sobre la paternidad, o el sistema familiar actual tiene prioridad por sobre la familia de origen. En ambos casos, aquellos sistemas que tienen prioridad la reciben ante el peso que tiene el otro sistema y de esta forma hay equilibrio. En las familias ensambladas, los hijos del primer matrimonio tienen prioridad por sobre la pareja actual. Esto es así porque la pareja actual es un sistema nuevo que tiene mucho peso y de esta forma se compensa un posible desequilibrio, dando la prioridad a los hijos del primer matrimonio. También la pareja debe tener prioridad sobre los hijos propios, por la misma razón que en el caso anterior. En cambio, la pareja actual tiene prioridad por sobre la pareja anterior y por sobre la familia de origen. El único caso donde Bert Hellinger menciona que esto no se cumple con relación a la pareja es cuando la persona tiene un hermano gemelo. Aquí el gemelo tiene prioridad por sobre la pareja actual.